Por María Sancho-Arroyo
Por María Sancho-Arroyo
A pesar de contar con una producción artística rica, diversa y con raíces históricas profundas, el mercado del arte en Panamá sigue siendo limitado. Con menos de una decena de galerías activas y sin una feria consolidada hasta ahora, el ecosistema artístico panameño se encuentra aún en una etapa temprana de desarrollo. No obstante, la energía creativa es evidente, y 2025 podría marcar un punto de inflexión.
Un ecosistema joven, pero en movimiento
El panorama galerístico en Panamá es reducido, pero cuenta con espacios que han desempeñado un papel clave en la visibilidad del arte contemporáneo, especialmente en el ámbito regional. Una de las iniciativas más emblemáticas es Arteconsult, fundada en 1979 por la historiadora del arte Carmen Alemán. Nacida como una oficina de consultoría para instituciones bancarias, la galería se transformó rápidamente en un punto de referencia para el arte panameño y latinoamericano, con sedes y proyectos en Boston y Miami, y exposiciones destacadas como la retrospectiva de Guillermo Trujillo en el Museo Tamayo o Panamá Contemporáneo en Europa. Tras cerrar en 2020, reabrió en 2022 bajo la dirección de Ana Berta Carrizo, hija de su fundadora, con un modelo más ágil, centrado en servicios especializados y con una visión internacional.
Galería Habitante, una de las más longevas de la ciudad, exhibe obras de maestros renombrados y de jóvenes emergentes, funcionando como un puente generacional dentro del panorama artístico local. NG Art Gallery ha orientado su programa hacia el arte cubano y latinoamericano, mientras que Marion Art Gallery apuesta por nuevas formas de arte contemporáneo y alberga una sala permanente dedicada al maestro venezolano Carlos Cruz-Diez. Completan el circuito Diablo Rosso, Tamarindo y Allegro Galería, con propuestas que abarcan desde la experimentación contemporánea hasta la difusión del talento nacional.
En un entorno donde las oportunidades comerciales siguen siendo limitadas, estas galerías representan plataformas fundamentales para la profesionalización del arte en Panamá y su proyección más allá de las fronteras locales.
La fuerza de la iniciativa privada
Uno de los rasgos distintivos del panorama panameño ha sido el papel protagónico de la iniciativa privada en la sostenibilidad del arte. A falta de una política pública sólida, han sido las galerías, fundaciones y algunas entidades bancarias —como el Banco Nacional de Panamá, el Banco General y el Banco Mercantil— quienes han impulsado el coleccionismo y la producción artística.
El Museo de Arte Contemporáneo de Panamá (MAC), fundado en 1962 como Instituto Panameño de Arte (Panarte) y transformado en museo en 1983, es la única institución dedicada exclusivamente al arte contemporáneo en el país. Desde sus inicios, ha operado como una organización sin fines de lucro, sostenida por el aporte de empresas y mecenas. Su colección, construida gracias a donaciones de artistas que participaron en sus exposiciones, hoy supera las 700 obras de creadores panameños y latinoamericanos. Su sede actual fue adquirida y remodelada gracias a una campaña ciudadana que logró consolidar su presencia física como museo. A través de exposiciones, programas educativos y actividades públicas, el MAC continúa siendo un pilar del ecosistema artístico nacional.
Una Art Week que puede cambiar el juego
En este escenario, la llegada de Pinta Panamá Art Week representa una oportunidad decisiva. Organizada por el Grupo Pinta, su primera edición se celebrará del 21 al 25 de mayo de 2025, con el objetivo de articular el ecosistema local con redes internacionales. Más que una feria tradicional, será una semana de exposiciones, visitas a estudios, charlas y recorridos guiados, orientada a fortalecer la infraestructura artística y consolidar buenas prácticas en el sector. Su aparición puede catalizar procesos ya en marcha y posicionar a Ciudad de Panamá como un nodo estratégico para la producción cultural en América Latina.
Coleccionismo corporativo y bancario
En un país donde el respaldo estatal al arte ha sido históricamente limitado, el coleccionismo corporativo ha jugado un papel importante en la preservación y promoción del arte contemporáneo. Varias instituciones financieras han asumido un rol activo en la construcción de colecciones significativas, convirtiéndose en actores relevantes dentro del panorama cultural.
El Banco Nacional de Panamá, a través de su Gerencia de Patrimonio Cultural, conserva objetos históricos y promueve el trabajo de artistas nacionales. Su Casa Museo, inaugurada en 1983, es el primer museo bancario del país y alberga colecciones numismáticas, filatélicas, arqueológicas y una fototeca histórica. Además, el banco organiza exposiciones temporales en su galería ubicada en la Casa Matriz, reafirmando su compromiso como aliado del sector artístico.
El Banco General ha mantenido una política activa de apoyo a la cultura, impulsando el coleccionismo a través de publicaciones, exposiciones y actividades de divulgación. Esta labor no solo ha dado visibilidad a artistas panameños, sino que también ha contribuido a consolidar al arte como parte integral del entorno corporativo.
Por su parte, el Banco Mercantil de Panamá, mediante su programa Mercantil Arte y Cultura, ha respaldado eventos del MAC y promovido iniciativas formativas como laboratorios gráficos para artistas. También ha organizado exposiciones internacionales como Referencias Cruzadas, centrada en el arte contemporáneo venezolano, reafirmando su apuesta por la proyección cultural regional.
Estas acciones evidencian cómo el sector financiero ha actuado como mecenas contemporáneo en un entorno donde la política cultural del Estado aún está en construcción.
Apoyo gubernamental
En ese contexto, la creación del Ministerio de Cultura de Panamá en 2019 supuso un paso institucional importante. Sustituyendo al antiguo Instituto Nacional de Cultura (INAC), el nuevo ministerio asumió el rol de ente rector en la promoción y protección del patrimonio cultural. La Ley General de Cultura, promulgada en 2020, sentó las bases para una política pública más inclusiva y participativa, orientada a estimular tanto las expresiones culturales como los procesos creativos. Aunque su impacto aún es incipiente, esta transformación institucional representa un avance significativo en el apoyo a las artes y abre la puerta a un acompañamiento más sostenido del Estado en la consolidación del sector.
Proyección internacional y esfuerzos diplomáticos
La internacionalización del arte panameño ha sido posible gracias a esfuerzos tanto individuales como institucionales, a menudo impulsados por alianzas diplomáticas. Desde la Fundación Fernández Pirla y la galería Arteconsult, Carmen Alemán promovió artistas nacionales en instituciones como el Museo Rufino Tamayo en México y el MOLAA en Los Ángeles. Embajadas como las de España, México y Argentina han desempeñado un papel clave en facilitar exposiciones y dar visibilidad a creadores panameños en el extranjero.
Panamá también ha tenido presencia en ARCOmadrid, una de las ferias más relevantes del circuito internacional. En la edición de 2024 , la galería panameña DiabloRosso participó en la seccion comisariada El Caribe oceánico, una propuesta curatorial dedicada a visibilizar las prácticas artísticas del Caribe y su diáspora. Aunque el país aún no ha sido invitado de honor, su inclusión en estos espacios temáticos refleja un interés creciente por su escena artística.
La participación de Panamá por primera vez con un pabellón nacional en la Bienal de Venecia 2024, con la presencia de artistas como Brooke Alfaro, Isabel de Obaldía, Cisco Merel y Giana De Dier, marca un hito simbólico que refuerza el reconocimiento internacional del arte contemporáneo panameño.
Un momento de efervescencia
No debe perderse de vista que los principales centros del mercado del arte global —como Nueva York, Londres, París o Hong Kong— están estrechamente ligados a polos de actividad comercial y financiera. En ese sentido, el crecimiento reciente de Panamá como hub económico y logístico en la región, sumado a una producción artística sólida y a una sociedad civil con creciente poder adquisitivo, podría favorecer el desarrollo sostenido de su mercado del arte.
El arte en Panamá vive un momento de efervescencia. Aunque persisten retos estructurales —como la fragilidad del mercado y la limitada acción estatal—, también hay señales claras de transformación. La llegada de Pinta Panamá Art Week, la consolidación de espacios privados, el compromiso de instituciones bancarias y el lento pero prometedor avance institucional ofrecen una coyuntura favorable. El desafío será convertir esa energía creativa en un tejido cultural sostenible, profesional y con proyección internacional.